martes, 6 de octubre de 2015

cartas desde la carcel: capitulo 2



Por Estefanía Heit de Olivera

Cartas desde la cárcel: Capítulo 2

Las amenazas de Moccero ante las notas opositoras

Esto le escribí a la Presidenta en noviembre de 2013 y es lo que supe hasta hace  tres años atrás, el 12 de noviembre de 2012, fecha en que me arrestaron. Quizás los funcionarios fueron removidos, cambiados de área o quizás estén en el lado opositor, quizás también el mecanismo corruptible haya cambiado sus formas, sus caras, su aparato de ejecución. Lo cierto es que, más allá de todo; la gente merece saberlo porque si esto pasa en un pueblo, imaginen lo que esconden las grandes urbes.

 La primera vez que me tocó escribir una nota contra el intendente Ricardo Moccero fue en 2007 cuando trabajaba en el periódico Infosuarez. En ese momento, Gricelda Marbán era la jefa de redacción y amiga personal del jefe comunal (después se convirtió en su jefa de prensa, su jefa de campaña, su testaferro, su socia en negocios inmobiliarios en Sierra de la Ventana, Tandil, Monte Hermoso y Mar del Plata, entre otros lugares; y sus ojos en la oficina de Anses)
Por esta razón me pidió que fuera yo quien escribiese sobre el foco infeccioso que generaba un basurero a cielo abierto cuando Scioli pregonaba la erradicación de todos en la Provincia de Buenos Aires. La foto que acompañaba la nota consistía en la cabeza de un ternero muerto con media mandíbula comida por las ratas. Era mi primera nota de tapa, la condición era firmarla con mi nombre y apellido. Al otro día, Marban se acercó a la redacción y me comentó que Moccero la había llamado para decirle “¿quién es esa Estefanía Heit?”
Era año electoral, Marban armaba las notas políticas de Moccero, Victoria Cortalezzi (otra de las que fue jefa de prensa del jefe comunal) se encargaba de armar (y de paso cobrar los favores) las referidas al partido opositor. A mi me tocaban los partidos chicos. A medida que la relación de Moccero con los gobiernos superiores crecía, más aumentaba su intolerancia hacia los que lo criticaban.
Después empecé a trabajar para el canal local y las notas “fuertes” las publicaba en un semanario independiente. Criticaba la gestión comunal sin tapujos: hablaba del maltrato a los empleados municipales, de la malversación de fondos en las obras públicas, del nivel de arsénico en el agua potable que superaba ampliamente lo estipulado por la Organización Mundial de la Salud; del consumo de drogas, los conflictos en la localidad de Huanguelén, el abuso sexual que un “conocido” del intendente y empleado de su Municipalidad, había provocado en su hijastra de 9 años; y el desalojo violento que intentó concretar la policía a una madre con su niña de 4 años por criticar al intendente en una nota periodística. Esta última fue crucial: la mujer reprochaba la actitud del secretario de gobierno, Gustavo Di Battista; y del de viviendas, Gastón Lastra. En el título la señora tildaba a uno de “ignorante” y al otro de “delincuente”. Esta fue la gota que rebalsó el vaso para un intendente que se creía incuestionable y con poder suficiente para destruir cualquier cosa que considerara “molesta”. Primero sugirió a algunos funcionarios que hablaran con el director del semanario y hasta con mi jefe del canal local para que me persuadieran de “parar” las notas. Después, el jefe de relaciones institucionales, Carlos Villar; decidió retirar los fondos de publicidad oficial del semanario para que mi actitud desistiera (quizás, en la actualidad, los números grandes de la publicidad oficial se los lleven la radio propiedad del funcionario municipal “Turco” Seki o bien la del candidato a concejal en la lista actual del oficialismo local quien tendría denuncias por acoso sexual a ex EMPLEADOS de su emisora a quienes habría despedido por que no quisieron acceder a su solicitud) .
Al final Villar habló personalmente conmigo y me detalló las “consecuencias” que podrían acarrear mis críticas: desde perder mis trabajos hasta exiliarme de la ciudad. Mi actitud no desistió y se sumaron algunas notas del canal que enardecieron los ánimos del jefe comunal como la que le realicé cuando estaba latente un conflicto con Huanguelén o la del 8 de noviembre de 2012 (cuatro días antes de mi detención) cuando el pueblo realizó una manifestación en las plazas públicas contra el gobierno nacional y donde entrevisté al fotógrafo del intendente que paradójicamente fue el único testigo que la DDI llevó a mi allanamiento y que trabaja al lado de la dependencia policial, la cual queda a más de 25 cuadras de la vivienda allanada.
En esa oportunidad debía registrar la opinión del jefe comunal que enardecidamente disparaba contra el grupo Clarín. Al finalizar la nota quedamos en su despacho su jefa de prensa, Victoria Cortalezzi; Moccero, el camarógrafo y yo. El intendente manifestó la preocupación que tenía mi jefe Claudio Fernández por la posibilidad de que el gobierno interviniera Cablevisión y dio detalles de la conversación telefónica que mantuvieron ellos dos, donde mi jefe le solicitaba que en caso de que eso pasara, se le mantuviera el puesto de director del canal a lo que el jefe comunal habría respondido que perdiera cuidado. Tenía la grabadora Panasonic blanca prendida registrando la conversación, una de las cosas secuestradas que nunca se me restituyó y que jamás salió de Mar del Plata (lugar donde fueron llevadas para peritar) pese a que la fiscalía no utilizó. Además estaban los testigos que, por lo menos uno de ellos, es confiable.
Moccero estaba frenético, culpaba a Magnetto (director del grupo Clarín) de la manifestación del 8N y de ser el responsable del rumor que preocupaba a los empleados del canal local por la posibilidad de perder sus puestos laborales. Lo llamó “psicópata, enfermo mental   y trastornado” y emprendimos una suerte de intercambio de opiniones. Le respondí que el rumor no había partido de las esferas del grupo sino de sus propios funcionarios municipales quienes habían comentado, en un acto público, que seríamos echados y reemplazados por los empleados de canal local 6. Para mí el asunto había terminado ahí. El 13 de noviembre por cadena nacional (un día después de mi detención),  Moccero relató el asunto como demostrando mis dotes de “psicótica” y confirmó que después de la conversación había hablado con Claudio Fernández como si se tratara de una pelea entre nenes de jardín que necesitara de la intervención paternal. Sin palabras… Lo cierto es que mi jefe nunca me comentó nada de tal situación ni siquiera el propio 12 de noviembre cuando fui a trabajar por la mañana. Lo que le molestó en realidad a Moccero, es que alguien le dijera “no, señor, está usted equivocado” cuando acostumbraba rodearse de condescendientes  que aplaudían cualquier locura.
Creo que de la cabeza de Moccero nunca se debe haber ido la pregunta con desprecio que le hizo a Marbán cuando dijo: “¿quién es esa Estefanía Heit?”. Como no fui su jefa de prensa ni respondí a sus intereses particulares, para él no existía. Seguramente debo haber sido la periodista mediocre de la ciudad o a la que “manejaban” sus opositores porque esos siempre fueron sus discursos cuando debió justificar el accionar de quienes criticaban su gestión. La autocrítica, en Moccero, brilla por su ausencia, “él es perfecto”. Una vez escribí que Moccero trataba a la gente de Coronel Suárez como si fueran de su propiedad y aunque muchos demostraron venderse por dos pesos, otros mantuvimos ideales creyendo que el periodismo se practica con el objetivo de que el ciudadano conozca la verdad. Lamento haber estado en la vereda de enfrente y lo lamentaré por los próximos 13 años por el daño que eso ocasionó a mi familia. Pero tengo la satisfacción de que “un hombre con experiencia nunca está a la merced de un hombre con argumento” y en la cárcel estoy yo pero él puede venir pronto. Lo que Moccero lamentará es que exista una suarense que ni las amenazas, ni la injusticia, ni el dinero, ni la muerte, ni nada en este mundo la van a callar.

Al inicio del Allanamiento, los funcionarios de justicia YA condenaban delitos.

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