lunes, 5 de septiembre de 2016
JUSTICIA PARA RICOS Y NO PARA POBRES
REFLEXION DE UN PROFESOR DE LA CARRERA DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SUR QUIEN TAMBIEN SE DESEMPEÑA COMO JUEZ EN LO CORRECCIONAL...
A veces se menciona la existencia de un cierto
divorcio entre la sociedad y los jueces penales aunque podría indicarse que la
distancia se da más bien entre la Constitución, de inspiración liberal (que ha
incorporado, en 1994, diversos tratados internacionales de derechos humanos) y
amplios sectores de la población, imbuidos en una fuerte impronta autoritaria y
paradójicamente amónica.
En lo que sigue, daremos algunos consejos a
los magistrados del fuero penal, tendientes a lograr el beneplácito popular o
al menos pasar inadvertidos en la siempre espinosa y delicada tarea de juzgar a
los semejantes.
1-
Si el fiscal le pide un
allanamiento, requisa o detención, concédalo prontamente, aunque no exista
“causa probable”. No vaya a tomarse muy en serio eso de que usted es juez de
garantías, todos sabemos que esas son tonterías que sólo sirven para escribir
libros y entretener a los académicos.
2-
Cuando visite una cárcel o
comisaría y constate que las condiciones de detención no son adecuadas a la
dignidad de las personas, haga la vista gorda, pues todos sabemos que esos
marginales no merecen otra cosa y al poder político no le gusta que los jueces
se pongan pesados con esas minucias que no dan votos. No vaya a creer a pies
juntillas eso que escribió el alucinado constituyente de 1853 de que las
cárceles deben ser sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los
reos.
3-
Cuando tenga que resolver entre
dejar detenido a un imputado hasta el juicio o disponer su libertad provisoria,
inclínese por o primero, y si no se acredita peligro de fuga, invéntelo
escribiendo alguna rutinaria muletilla. No se tome en serio ese disparate de la
presunción de inocencia: todos sabemos que los sospechosos son siempre
culpables y no es cuestión de perder tiempo y esperar a la condena (una
formalidad) para que pague lo que hizo.
4-
Cuando tenga que resolver el caso
de una persona del poder (político, económico o mediático) sea particularmente cuidadoso,
pues un paso en falso le puede traer fuertes dolores de cabeza. Todos sabemos que
el sistema debe tener dos velocidades: una muy agresiva para los marginales,
para los “pibes chorros” y otra, más amigable, para la “ente como uno” que no
son delincuentes sino 2personas bien” que (a lo sumo) han cometido un error o
han sido desprolijos.
5-
Al individualizar penas, elija la más
grave posible, no importa que el sujeto carezca de antecedentes, invente
agravantes, cargue las tintas, la sociedad exige mano dura y hay que
complacerla para calmar la alarma y evitar la justicia por mano propia.
6-
Si usted integra una cámara de
apelación, revoque todas las excarcelaciones, libertades condicionales y
sobreseimientos. Mande a todo el mundo a la cárcel y a todos los casos a
juicio.
7-
Si un hecho ha producido graves
resultados y generado alarma social y aparece como realizado con culpa por
negligencia o impericia, encuádrelo, aunque sea a la fuerza, como “dolo
eventual” para calmar los ánimos y la sed de venganza.
Conduciéndose
conforme los consejos antedichos y otros que, por razones de espacio, hemos obviado,
usted podrá evitar las críticas de la prensa, los escraches e insultos de las
víctimas o de las organizaciones que las nuclean, los pedidos de juicio
político… podrá transitar su carrera sin grandes sobresaltos y hasta podrá
aspirar a un ascenso.
Sin embargo, no
será el órgano controlador por excelencia, el tercer garantizador,
independiente e imparcial que la Constitución exige y entonces podrá tener
algunos problemas con su conciencia y sus ideales juveniles, dado que no estará
cumpliendo con su deber como miembro de uno de los poderes del Estado en busca
de 2afianzar la justicia” según las directrices de la ley fundamental,
preservando los derechos de los justiciables, procurando solucionar conflictos
y contribuyendo a la paz social. Nada demasiado serio en estos tiempos
posmodernos de ética e institucionalidad difusa.
José Luis Ares, es juez en lo
correccional, profesor adjunto (por concurso) de derecho procesal penal en la
Universidad Nacional del Sur y profesor de posgrado.
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